DE NOCHE
Quien camina de noche recupera
su propia identidad, la que se pierde
bajo la luz del sol, y en el barullo
de oficinas, terrazas, almacenes,
donde uno se desprende de sí mismo
para adaptarse a los demás.
Quien camina de noche recupera
su propia identidad, la que se pierde
bajo la luz del sol, y en el barullo
de oficinas, terrazas, almacenes,
donde uno se desprende de sí mismo
para adaptarse a los demás.
Se enciende la mente en soledad, y en el tumulto
se va apagando al tiempo que se vierte.
De noche soy yo mismo,
sin la desatención de quien requiere
multiplicarse en otros,
soy una dirección; en ambas sienes
me palpita al unísono el impacto
de cada voz gestándose en la mente.
Por mí y para mí pienso,
no para otros oídos, o papeles.
De noche voy por calles despobladas,
me acompaña mi perro, que me entiende
sin explicarle lo que mi cerebro,
en su arbitrariedad, teje y desteje.
Su paso es rítmico, al compás del mío,
aunque de vez en cuando se detiene
a imprimir su mensaje en la palmera,
o en el roble de siempre.
Percibe lo que pienso, sin hablarlo,
mi diálogo interior es transparente.
De las diez a las once de la noche,
hora de confesión, de insensateces,
hablo con ella de los buenos tiempos,
cuando me amó y la amé, cuando la nieve
coronaba los cerros,
a la blanda eclosión de los claveles,
al fuego de la tarde, junto al río,
o al desnudarse el olmo de sus verdes.
Fueron los tiempos de oro,
ambos secuestradores y rehenes.
Y también hablo de las horas bajas,
nunca violentas, sólo sorprendentes;
horas en que el amor, ya oscurecido
en su perfil, perdiendo iba relieve;
del tibio declinar, de la voz baja,
como temiendo herir, pero que hiere;
de su transformación, su lejanía,
de mi desolación, de su repliegue.
Mi perro va escuchando este silencio
que dice tantas cosas.
se va apagando al tiempo que se vierte.
De noche soy yo mismo,
sin la desatención de quien requiere
multiplicarse en otros,
soy una dirección; en ambas sienes
me palpita al unísono el impacto
de cada voz gestándose en la mente.
Por mí y para mí pienso,
no para otros oídos, o papeles.
De noche voy por calles despobladas,
me acompaña mi perro, que me entiende
sin explicarle lo que mi cerebro,
en su arbitrariedad, teje y desteje.
Su paso es rítmico, al compás del mío,
aunque de vez en cuando se detiene
a imprimir su mensaje en la palmera,
o en el roble de siempre.
Percibe lo que pienso, sin hablarlo,
mi diálogo interior es transparente.
De las diez a las once de la noche,
hora de confesión, de insensateces,
hablo con ella de los buenos tiempos,
cuando me amó y la amé, cuando la nieve
coronaba los cerros,
a la blanda eclosión de los claveles,
al fuego de la tarde, junto al río,
o al desnudarse el olmo de sus verdes.
Fueron los tiempos de oro,
ambos secuestradores y rehenes.
Y también hablo de las horas bajas,
nunca violentas, sólo sorprendentes;
horas en que el amor, ya oscurecido
en su perfil, perdiendo iba relieve;
del tibio declinar, de la voz baja,
como temiendo herir, pero que hiere;
de su transformación, su lejanía,
de mi desolación, de su repliegue.
Mi perro va escuchando este silencio
que dice tantas cosas.
No se atreve a interrumpir conversación tan íntima
dentro de mí, pero me mira a veces
con la dulzura inmensa de sus ojos
que no saben de amor, mas lo presienten.
Yo soy más yo cuando camino a solas,
al lado de mi perro, que me entiende.
dentro de mí, pero me mira a veces
con la dulzura inmensa de sus ojos
que no saben de amor, mas lo presienten.
Yo soy más yo cuando camino a solas,
al lado de mi perro, que me entiende.
Texto de Francisco Álvarez Hidalgo
2 comentarios:
Hola, me gustaría que leyeras mi última entrada, te asombrarás.
http://anywhereworld.blogspot.com/2011/04/la-vida.html
Oi, Francisco!
Seu blog é belíssimo! Há muita paz e muita beleza por aqui.
===
Concordo com a sua bela poesia. Somos mais nós mesmos quando estamos a sós.
Um grande abraço,
Inês
p.s. Obrigada pela visita.
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